
Sin embargo, cerca de 1,7 millones de hectáreas ya son destinadas para la actividad pecuaria, distribuidas en su mayoría en terrenos de Caquetá, Meta, Guaviare y Putumayo.
Más de 100 representantes de las comunidades indígenas y autoridades ambientales, militares y eclesiásticas de la Amazonia colombiana se dieron cita en la ciudad de Leticia para conocer cuál es el uso que se le debe dar sus suelos.
En el evento “Amazonas: patrimonio para la paz y la vida”, el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) desnudó para qué están hechas las más de 45,4 millones de hectáreas de esta región, conformada por terrenos de ocho departamentos: todo Amazonas, Vaupés, Guaviare y Guainía, y parte de Putumayo, Caquetá, Vichada y Meta.
Según Juan Antonio Nieto Escalante, Director General del IGAC, estudios técnicos de la entidad revelan que en la Amazonia no hay una sola hectárea apta para la actividad ganadera.
“Esto se debe a que presenta severas limitaciones y excesivas restricciones, como el suelo, clima, erosión, humedad, pendiente, erosión, inundaciones, pedregosidad y rocosidad. Además, alberga innumerables zonas de alta vulnerabilidad e importantes sistemas ambientales estratégicos”.
A pesar de esto, la ganadería le está ganando terreno al verde que debería predominar.
“Cerca de 1,7 millones de hectáreas, es decir el 3,8% de la Amazonia, ya presenta terrenos con presencia de la actividad pecuaria, un factor que si no se controla, puede poner en jaque la sostenibilidad de la región”, reveló el funcionario.
Los territorios ganaderos se concentran con mayor frecuencia en las zonas occidentales de los departamentos de Caquetá (todo el piedemonte), Guaviare y Meta, además de algunos terrenos del Putumayo.
Nieto Escalante aclaró que esto no significa que toda la Amazonia sea intocable para la producción.
“Aunque en la región debe prevalecer la protección y conservación de sus bosques, hay zonas que tienen vía libre para sistemas productivos, como los forestales y agroforestales. La agricultura, representada en cultivos semipermanentes, permanentes, densos y semidensos, podría aplicarse en ciertas áreas, pero con prácticas cuidadosas de manejo”.
La producción amazónica
La principal vocación de uso que se debe imponer en la Amazonia es la forestal, presente en el 69,8% de la región (31,8 millones de hectáreas).
Entre tanto, la producción agroforestal tiene cabida en el 26% (11,8 millones) y la agrícola en el 1,9% (872 mil).
“Nuestros estudios revelan que la actividad agrícola está presente en el 1,7% de la Amazonia, lo que a simple vista indicaría que se hace un uso adecuado. Sin embargo, esta actividad se concentra en zonas como el piedemonte de Caquetá y Putumayo, y norte y centro del Guaviare, sitios no aptos para tal fin”, indicó el Director del IGAC.
Nieto Escalante recalcó que este tipo de insumos técnicos deben ser tenidos en cuenta por las autoridades en el momento de hacer su ordenamiento territorial, lo cual permitiría mitigar los efectos de los fenómenos naturales.
“Solo basta con recordar la reciente tragedia en Mocoa. El estudio de suelos del Putumayo, entregado por el IGAC a las autoridades municipales y departamentales en 2015, indicó que esta zona ya padecía de un uso inadecuado del suelo, falta de ordenamiento territorial y deforestación, un insumo que no fue consultado”.
Nieto Escalante alertó que Caquetá, departamento que también cuenta con un estudio de suelos, debe estar preparado.
“Todo el piedemonte está sobrecargado por la actividad agropecuaria. Cuando llegue una temporada de lluvias, estos terrenos podrían presentar remociones en masa similares a las de Mocoa”.
El IGAC ya hizo entrega del estudio de suelos en Guaviare, y tiene programado llegar a Guainía y Vaupés en los próximos meses para socializar estas cartas de navegación.
“En constantes oportunidades hemos reiterado la importancia de incluir los datos sobre suelos en los esquemas de ordenamiento territorial. Es el momento de dejar de ignorar a este recurso natural”, puntualizó el funcionario.
Las clases de suelos amazónicos
Napoleón Ordóñez Delgado, coordinador del grupo de levantamientos del IGAC, informó cuáles son las clases de suelos que albergan las más de 45 millones de hectáreas amazónicas.
“La más representativa es la clase 7, presente en el 43,4%. Son tierras con restricciones excesivas por la pendiente y erosión, que restringen su uso a bosques protectores, la agroforestería y cobertura vegetal permanente. En esta clase la ganadería debe excluirse”.
Le sigue la clase 6 (33,4%), conformada por suelos con restricciones muy severas (por pendiente, erosión y humedad), y en donde solo se permiten cultivos semipermanentes, permanentes, densos, semidensos, sistemas agroforestales y especies forestales.
El 8,4% es ocupado por la clase 5, tierras aptas para agricultura temporal y la vida silvestre, sin peligro de erosión pero sí con restricciones poco prácticas de remediar, como las inundaciones, pedregosidad y rocosidad.
Los suelos intocables de la clase 8 abarcan el 7,3%. Comprenden zonas de alta vulnerabilidad y sistemas estratégicos para la regulación de los recursos hídricos, y deben destinarse a la conservación, fomento de la biodiversidad o a labores de recuperación.
“Por último está la clase 4 (5,3%), con limitaciones severas que condicionan su uso a cultivos específicos y la agroforestería. Estas tierras exigen prácticas cuidadosas de manejo y medidas de conservación difíciles de aplicar y mantener”, anotó el coordinador del IGAC.
Unidos por la Amazonia
El IGAC no fue el único actor en “Amazonas: patrimonio para la paz y la vida”, evento realizado en el Banco de la República de Leticia.
El encuentro también contó con la presencia y aportes de la Alcaldesa (E) de Leticia; los presidentes de las organizaciones indígenas AZCAITA y ACITAM; el Obispo Vicario de Leticia; el Cónsul de Brasil en Colombia; el Cónsul de Colombia en Tabatinga; el Comandante Guardacostas de Leticia; y el Comandante de Policía del Amazonas.
Entre las ponencias estuvieron Jhon Jairo Arbeláez Galindo, Director Territorial de Corpoamazonia en Amazonas; Clara Peña Venegas, investigadora PhD del Instituto Sinchi; y el Coronel Raúl Alfonso Parra Bayona, Comandante Brigada de Selva No. 26.
“La Amazonia requiere de un marco de política de ordenamiento ambiental territorial y que sus determinantes ambientales sean objeto de seguimiento y evaluación. Esto se logrará a través de acuerdos para el flujo constante de información ambiental interinstitucional y asumiendo actitudes de compromiso individual”, dijo el Director Territorial de Corpoamazonia.
Por su parte, la investigadora del Sinchi informó que las intervenciones humanas en la Amazonia fueron limitadas a las zonas a lo largo de los ríos grandes con suelos de mayor fertilidad. “Esta región debería considerarse como un paisaje construido o domesticado”.